SUS NECESIDADES... ¡FUERA DE CASA!

Se trata de un proceso largo. No podemos pretender que nuestros cachorros aprendan esta lección de un día para otro; por muy listos y espabilados que sean. Tal vez, alguna de las reflexiones que expongo a continuación te ayuden a ver de otra manera esta instrucción y a tomártelo con más calma y paciencia.

Los cachorros son criaturas en formación. Su organismo está en constante evolución para llegar a ser en un futuro -no tan lejano - perros adultos bien constituidos y preparados perfectamente para vivir de forma autónoma y equilibrada. Estos cambios se dan tanto a nivel físico como mental. Algunos son notablemente evidentes y otros no tanto. Podemos apreciar cómo adquieren la vista, cómo cambian su pelusilla de cachorro por un pelo de adulto, cómo se caen sus dientecillos de leche y aparecen los definitivos, cómo mejoran su psicomotricidad y coordinan movimientos que antes no podían, cómo aprenden a gestionar la soledad y el distanciamiento con respecto a su figura de referencia (madre o propietario), cómo aumentan de talla y peso, cómo van apareciendo conductas sexuales...

Todo es un  continuo proceso basado en una doble plataforma que lo impulsa: Lo genético (o biológico podríamos decir) y lo experimental (el aprendizage conseguido a través de sus vivencias).

Esto es importante tenerlo en mente como punto de partida para comenzar la educación en el control y regulación de sus necesidades fuera de casa. Si bien es cierto que a través de un método de adiestramiento pretendemos enseñarles a controlar sus esfínteres, no debemos olvidar que esto se encuentra supeditado a su mecanismo biológico. Es decir, debemos tener en cuenta a la hora de efectuar este adiestramiento que el cachorro posee una vejiga notablemente más pequeña que la de un perro adulto y consecuentemente, su capacidad de almacenamiento de orina es menor. A esto hay que sumarle que el pequeño aún no es capaz de controlar completamente la retención de orina con lo que tras la recepción del estímulo de micción (necesidad de orinar) el cachorro no es capaz de retener el impulso y orina sin esperar el momento o lugar adecuado. Con el tiempo, esto va cambiando y aprenden a modificar esta conducta.

No existe un patrón fijo de edades que engloble el momento exacto en el que los pequeños deberían conseguir un control perfecto de los esfínteres. Algunos conseguirán este ejercicio a los 4 meses y otros a los 7 meses o incluso 10 meses. Por ello, debemos respetarlo y no presionar al cachorro, ya que poco podemos modificar en su evolución biológica.

Para educar a los cachorros en este ejercicio debemos ser pacientes. Respetemos su ritmo biológico que es tan particular en cada uno. Premiaremos los aciertos y corregiremos con calma los errores evitando los castigos y por supuesto, sin transmitir miedo al cachorro. Es más efectivo basarse en la motivación positiva que en la opresión.

Podemos apoyar este adiestramiento con productos que ayuden al cachorro a realizar con buenos resultados el proceso. Hablo por ejemplo de los paños especiales, productos atrayentes de olor... ¡También el clicker produce resultados muy satisfactorios en este campo! Puedes consultar a tu veterinario. Y por supuesto, apoyáte en la opinión e instrucciones de un adiestrador profesional. De este modo, conseguirás los resultados esperados a través de un método correcto.

Y por favor, olvídate de los consejos populares como el de "meter el hocico en su caca".

LA SALIDA: EL PASEO EMPIEZA EN CASA


El paseo empieza desde que tenemos la intención de salir, antes de cruzar por la puerta. Y aunque podamos creer y, de hecho nos guste, lo contento que se pone nuestro perro a esta hora, pegando saltos, corriendo por toda la casa, ladrando emocionado... La pura verdad es que estos comportamientos son una clara muestra de sobre-excitación.  

No se trata ni mucho menos de bloquear este estado que es tan natural para ellos, sino de canalizar sus expresiones. Y mucho menos incentivarlo o motivarlo a ello. 

Si realizamos una salida muy aparatosa sólo conseguimos generar una sobrexcitación en nuestro impaciente compañero. A esto le sigue, sobre todo en razas de gran tamaño, un difícil manejo ya en la calle dado que el perro se encuentra demasiado nervioso y excitado como para aceptar normas o siquiera ser capaz de prestar atención a ellas. Por no decir además, que no es un estado muy saludable para él ya que puede degenerar en estrés y fomentar otras patologías en la conducta.
 
Lo correcto es que la salida sea lo más tranquila posible, evitando eso que al perro le ponga nervioso como por ejemplo, salir con prisas o de forma ruidosa. Esperaremos a que esté tranquilo; si hace falta repetiremos la acción de quitarle y ponerle la correa o abrir y cerrar la puerta hasta que se tranquilice de forma aceptable. No cruzaremos el umbral de la puerta hasta que los signos de excitación hayan mermado de forma razonable. Es normal que jadee o que dirija su mirada constantemente a nosotros, pero no aceptaremos que tire de la correa, arañe la puerta, salte, ladre ruidosamente o muerda nuestros pantalones. Lo ideal es que esté junto a nosotros calmado, sentado y que espere la orden para salir tranquilamente con nosotros. Se trata de mostrarle que la única forma de conseguir eso que tanto desea - salir a la calle- solamente se puede conseguir si esta tranquilo. Ellos aprenden enseguida: si por medio de esa actitud no consiguen lo que buscan, cambian de táctica muy pronto pero es necesario que se encuentre en un estado de tranquilidad para que aprenda de verdad.

EL PASEO


Cómo estructurar un buen paseo.

El paseo forma parte de la relación con nuestros perros. Podríamos decir que es uno de los aspectos imprescindibles en ella; pues son esos momentos a los que dedicamos más tiempo y establecemos más estrechamente los lazos que nos unen a nuestra mascota. O al menos debería ser así...

 Lamentablemente existen propietarios que no se lo toman de este modo y para los cueles un paseo consiste en sacar al perro a la calle, soltarlo de su correa para dejar despreocupadamente que corra, haga sus necesidades y vuelvan a casa con "la tarea hecha". Más triste todavía es ver como salen de casa dan la vuelta al edificio y vuelven a casa con satisfacción por parte del amo "¡hoy he conseguido que haga todo en un tiempo record! " Pero sin duda, el mayor error es la sustitución del paseo por el uso del jardín doméstico. Desde ya que quede bien claro: El jardín no sustituye ni mucho menos al paseo.

Aclarados estos puntos veamos la estructura de un buen paseo:

 Lo correcto es que el paseo englobe las siguientes actividades: Una parte de obediencia y otra de tiempo libre y juego. Por supuesto, se le debe dar la oportunidad al perro de realizar sus necesidades en el momento  requerido por este; hay perros que necesitan evacuar justo a la salida y otros en cambio, que lo hacen más adelante.

Lo normal es que contemos con un parque o área de esparcimiento canino donde acudamos habitualmente en nuestros paseos diarios. Así que prácticamente todo paseo comienza por una caminata en dirección al parque. Debemos llevar a nuestros canes responsablemente atados. El problema de tirar de la correa tan habitual es algo que debemos solucionar para hacer el proceso más agradable tanto para nosotros como para nuestro perro.




Antes de empezar el tiempo de juego con nuestro perro debemos trabajar con él ejercicios de obediencia. Esto atiende a una razón: El juego es un premio. Si queremos que nuestro perro mantenga una viva motivación por el juego debemos presentárselo como algo gratificante, un premio que se obtiene al cumplir una tarea. Cuando se trabaja por algo, aquello por lo que se lucha cobra mayor interés y valor. Además, el perro se centra más y está más motivado en los ejercicios de obediencia al saber que después obtiene un premio extremadamente placentero.


No estoy hablando de dar una  paliza de 45 minutos de obediencia. De hecho para los dueños que comiencen a incluir esta estructura de paseo en su rutina diaria les aconsejo que comiencen simplemente por pedir al perro que se siente y después de obedecer esta sencilla orden, lanzar la pelota, sacar el mordedor o cualquier juguete que empleen. Poco a poco iremos incrementando el tiempo y la complejidad de los ejercicios, eso sí, sin saturar al perro. Debemos estar pendientes de mantener una actividad en la que dueño y animal estén implicados, sostenidos por el mutuo interés y una motivación positiva.



Además no tiene por que ser una actividad tediosa, en la calle hay muchos elementos que nos ofrecen inmensidad de nuevos ejercicios: Enséñale a saltar un banco, a quedarse quieto mientras entras a comprar tabaco, a subir y bajar un murete, a dar la vuelta a una farola, a reptar bajo una valla, esperar sentado a que el semáforo se ponga en verde... Y si ya lo ha aprendido perfectamente, siempre podéis jugar al juego de ¡ahora más difícil todavía! Si ya le enseñaste a dar la vuelta a una farola, ahora prueba con un árbol,  con un contenedor, con un edificio... Dale rienda suelta a tu creatividad y te sorprenderás de lo que puede llegar ha hacer tu perro.



Ahora toca jugar. Es importante que los objetos de juego los dispense el dueño. ¿Lo correcto? Que lleves de casa los juguetes con los que vayas a jugar. Una equivocación muy frecuente es jugar con elementos que nos encontramos por la calle: Palos, piedras, trozos de cartón o plástico... Las razones por las cuales debemos evitar esto son varias: Por un lado, acostumbramos al perro a coger objetos del suelo que le puedan parecer atrayentes y puede acabar convirtiéndose en un mal hábito que además entraña sus peligros. Por otro lado, el perro aprende que puede comenzar y terminar el juego cuando a él le apetezca, aprende a buscar su diversión y entretenimiento en el entorno, focalizando su atención en él y no en nosotros, sus propietarios. De modo que el entorno se muestra más atrayente que nosotros y facilita su dispersión dificultando la obediencia a nuestras órdenes.

Por estas razones debemos mostrarle a nuestro compañero que la fuente de diversión y juego está en nosotros. Nosotros comenzamos el juego y nosotros lo finalizamos cuando lo creamos oportuno. Apuntar por último en este aspecto que lo mejor es llegar a un punto en el que nuestro perro se encuentre cansado físicamente pero no saturado del juego. Es decir, no esperemos a terminar el juego porque nuestro perro se haya cansado ya de jugar por aburrimiento o saturación. Debemos mantener en todo momento vivo el interés por el juguete para que siga representando una motivación para él. Por eso, el periodo de juego debe terminar cuando veamos que hemos empleado un tiempo razonable en esta actividad y nuestro perro siga teniendo el mismo interés que cuando le mostramos por primera vez el juguete.

También es bueno que jueguen con otros perros. Si deseamos que se encuentre con otros congéneres suyos y juegue con ellos, lo adecuado es que lo haga después de jugar primero con nosotros. El juego con otros perros no sustituye el juego con nosotros. Y tampoco tiene comparación: No podemos darle la diversión y el tipo de juego que le da otro perro, así que no seamos tontos, si queremos construir una relación sólida con nuestro perro el juego es imprescindible para ello. 

Un último apunte, para aclarar un asunto que también suele entenderse de forma incorrecta. Nuestros perros no tienen la necesidad vital de obtener un espacio de tiempo para olfatear la zona. Hay algunos propietarios que creen firmemente que deben soltar a su perro para que inspeccione el lugar. Si soltamos al perro y no le ofrecemos alguna actividad con la que entretenerse, el resultado es un perro que busca en su entorno algo en lo que entretenerse y poder realizar algún tipo de actividad: Captar olores residuales, descifrar información codificada en ellos, posibles alimentos, presas potenciales (pájaros, ratones…). Es una respuesta ante la falta de estimulación o actividades. Desde que salimos de casa nuestro compañero ha ido captando de forma natural y espontánea los olores y estímulos diferentes que se han ido presentando en el entorno.

 Así termina un paseo, después de los ejercicios de obediencia y el tiempo de juego, volvemos a atar a nuestro perro y nos podemos encaminar, ahora sí, felices a casa.



UN COMPAÑERO DE RAZA





Cuando pensamos en adquirir un perro de raza debemos pensar que también estamos pensando en adquirir unas responsabilidades concretas que están ligadas a esa raza de perro en particular. Cada perro es distinto, con su personalidad y características propias. Pero por el hecho de pertenecer a una raza comparten entre ellos ciertas características que los hacen aptos para una tarea. Existen perros pastores, perros de caza, de guarda, de mushing, de trabajo, de carreras...Y todos ellos, comparten características tanto físicas como de comportamiento que les permiten ser válidos para la caza, el pastoreo, la guarda... Por ello, estos perros que se crearon para distintas actividades tienen unas necesidades naturales que debemos satisfacer. Lo que diferencia a unas razas de otras son las aptitudes innatas para desempeñar con virtud una tarea concreta. Así, un perro de caza, por ejemplo, imaginemos un pointer, tiene un olfato muy desarrollado y una tendencia natural a descubrir "rastros de presas potenciales" con mayor espontaneidad que un terranova que al contrario que el pointer, adora el agua y nadar, el trabajo de arrastre de cargas a la orilla... Al igual que también será distinto que un border collie que tiene muy desarrollado el instinto de guarda y guía de ganado y por esta razón, se ha buscado anular su instinto predador... Por no hablar de las diferencias notables en cuanto a fisonomía.


Ahora bien, aclarado este punto ¿hay alguien que encuentre lógico que una persona utilice un caniche como perro de defensa? ¿O un shiht zu como perro de muestra? ¿Y qué pensarían de un pastor que adquiere un bulldog inglés para guiar a su rebaño? Creo que todos coincidimos en lo mismo... ¡Qué estarían locos! Y sin embargo, la misma locura nos embarga a nosotros si decidimos obtener un ejemplar de pastor belga groenendael por su espectacular manto negro y su elegante porte sólo para hacernos compañía en nuestro piso y olvidar así, que pertenece a una raza muy enérgica de trabajo que necesita que le otorguemos la posibilidad de desempeñar una tarea en nuestras vidas. Lo mismo ocurre cuando nos encariñamos con un dulce cachorrito de Beagle y nos volvemos a olvidar de que es un perro de caza excepcional y que por ello, le siguen unas necesidades naturales.


Antes de adquirir una raza estudiemos a fondo su origen, sus características, el carácter propio, la finalidad para la que fue creada y entonces, ya después, evaluemos nuestra compatibilidad con esa raza, por nuestro carácter y nuestro estilo de vida. Ahora ya sí, sabiendo lo que sabemos y aproximándonos al que será nuestro compañero busquemos como satisfacer esas necesidades que presenta. Y para ello, lo mejor es consultar a un experto que nos orientará de forma clara y adaptada.