"Perdona, ¿muerde?" ¡Pues claro! Es un perro.
Todos los perros muerden. Otra cosa es que muerdan lo que nosotros queramos. Pero un perro, por ser perro, tiene una tendencia innata a morder las cosas. La boca viene a ser para ellos lo que las manos para nosotros. A través de ella pueden conocer y conectar con el mundo que los rodea. Por eso es muy importante que nosotros, sus propietarios, llevemos a cavo la importante tarea de gestionar la mordida.
Este ejercicio debemos empezar a practicarlo desde la etapa de cachorros que es donde aprenden a través de nosotros y de los estímulos que les rodean a conocer el mundo circundante. Mediante el juego con sus congéneres aprenden a regular y modificar la presión de su mandíbula. Los cachorros juegan entre ellos y si alguno aprieta los dientes más de lo debido, su compañero grita y detiene el juego por unos instantes para hacerle ver al otro que así hace daño y por ello, se termina el juego. Enseguida se retoma la diversión, eso sí, con la lección poco a poco aprendida.

Hay que olvidarse del mito de que no se debe meter la mano en la boca del perro. Cuando son cachorros debemos jugar con ellos y dejar que muerdan las manos durante el juego. Si el cachorro realiza demasiada presión, gritaremos y retiraremos las manos. Enseguida volveremos a retomar el juego con él. No olvidemos que está aprendiendo y que no se trata ni mucho menos de un castigo; sólo le enseñamos a gestionar la presión. El perro va asimilando desde pequeño cómo debe tratar nuestras manos y consiguiendo una boca blanda que las respete. No se trata de tener al cachorro todo el tiempo colgado de nuestras manos. Debemos establecer y marcar con claridad los periodos de juego en los que se permite "mordisquear" nuestras manos para jugar y así, evitar un mal hábito.

A la hora de dar premios en forma de comida, especialmente en los casos de perros ansiosos, es bueno realizar el siguiente ejercicio: Guardaremos el trocito de comida dentro de nuestra mano en forma de puño y se la presentaremos delante de su hocico, si el cachorro simplemente la olisquea y espera a recibir el premio, lo felicitaremos de inmediato y le daremos su recompensa. Si por el contrario, el cachorro lo huele y mordisquea el puño o incluso zarpea con sus patas, aguantaremos con el premio en el puño hasta que cese ese comportamiento. Al menor indicio de parar o retirarse hacia atrás abriremos la mano dejándole alcanzar el premio y felicitándole. Repetiremos el ejercicio unas pocas veces más y lo dejaremos hasta otro día.
Gestionar la mordida de nuestro perro con todo lo que se ha descrito es importantísimo por los motivos que ya dije y porque además, no podemos olvidar que aunque ahora tengamos un pequeño cachorrito, con el tiempo se hará mayor y la mandíbula con sus dientes cambia y lo que antes era apenas un rasguño, ahora puede acarrearnos serios problemas. Además, evitamos problemas de conducta destructiva en un futuro, ya que mediante el juego y estos ejercicios, le ofrecemos una posibilidad de cubrir esa necesidad de morder, especialmene en las razas con mayor tendencia.
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