Creo que el bozal es uno de los instrumentos de ayuda que peor se emplean comúnmente. Al contrario de lo que la mayoría de gente piensa, el bozal no es un instrumento de castigo. Es decir, si nuestro perro muerde a otro, o si se come todo lo que encuentra por el suelo, o las alfombras de casa y esos zapatos tan caros... ¡La solución no es colocarle un bozal! Por muy lógico que pudiera parecer. Para erradicar un problema debemos hacerlo eliminando aquello que lo causa. Aunque poniendo un bozal conseguimos controlar sus dientes, lo único que logramos es bloquear ese comportamiento, pero en vedad ¡sigue ahí! Puede ser una herramienta de apoyo, pero no una solución final.
Pondré un ejemplo que me parece muy gráfico y servirá para que se entienda mejor esta idea: Si resulta que nos surge una reacción alérgica en la piel que nos ocasiona fuertes picores y el médico como solución nos venda la parte afectada, no estará sino evitando únicamente que nos rasquemos pero la irritación sigue allí, bajo la venda. El médico debería recetarnos un antihistamínico apropiado a ese tipo de alergia para sanarnos realmente.
El bozal tiene que causar en el perro la misma sensación que la correa o el collar. Pues, al igual que estos, es un instrumento que nos ayuda en el manejo de nuestro perro. Y esto supone siempre una experiencia positiva para él.
Hay que saber cómo y cuándo utilizarlo. Para acostumbrarlo y hacer que acepte el bozal, lo correcto es ir realizando un uso progresivo de él. Aprovecharemos los momentos en los que nuestro perro esté tranquilo y se lo pondremos primero sin atar, se lo quitamos enseguida y le premiamos. Con esto le hacemos ver que el bozal resulta una experiencia positiva. Es bueno comenzar a habituarlos a este instrumento con bozales de nylon que poseen una apertura frontal amplia que les permite mascar el premio que les demos; este tipo es especialmente indicado para perros nerviosos. Iremos aumentando gradualmente el tiempo que se lo dejamos puesto en el hocico, siempre premiándolo. Al principio, al ser un tiempo tan mínimo (poner y quitar) le daremos los premios en seguida de quitárselo y conforme aumentemos su duración de permanencia, se los daremos únicamente cuando lo lleve puesto, no al quitárselo, puesto que lo que a él le supone un esfuerzo es mantener el bozal en el hocico, no el liberarse de él. Otra ventaja de estos bozales es que poseen un cierre que al abrochar hace un "clac" que podemos aprovechar para que el perro asocie el sonido con el premio y de este modo llevar el bozal se convierta en una experiencia más agradable. Cuando nuestro perro este totalmente habituado a ese tipo de bozal y sepa llevarlo sin problemas, podemos dar el paso de cambiarlo por un modelo tradicional si fuera necesario (sobre todo de uso clínico). En los perros que presentan serios problemas de tolerancia y adaptación al bozal, es aconsejable comenzar por rodear el hocico con una cuerda fina para ir progresivamente acercándonos al instrumento final. Después de la cuerda, podemos colocar un pañuelo, luego una venda y finalmente, el bozal de nylon. Antes de avanzar al siguiente nivel debemos estar seguros de que el perro acepta por completo el actual. La forma de ir incluyendo estos pasos es igual que la antes descrita con el bozal, siempre con premios y dados de esa forma. En los casos más complicados se puede empezar por caricias y contactos a diferentes presiones sobre su hocico con nuestras manos.
Es un instrumento que el perro debe saber llevar ya que hoy en día, y cada vez más, se nos exige que en ciertos lugares (algunos parques, zonas peatonales, concentraciones, etc.) llevemos a nuestros animales con bozal y atados. Así lo indica además, con carácter de obligatoriedad, la ley destinada a los denominados perros potencialmente peligrosos. También, se emplea en determinadas intervenciones veterinarias, ya que un perro con dolor puede llegar a intentar defenderse con los dientes. En algunos casos de resolución de conducta, se requiere la utilización del bozal y si el perro ya ha sido habituado a él, facilitamos el trabajo al adiestrador. Visto todos estos ejemplos, concluimos que es necesario practicar este ejercicio de habituación al bozal y por ello, su uso tiene que ser el correcto para no ocasionar repercusiones negativas en el perro.
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