Cada perro es un sujeto individual y por tanto, con características propias que lo distinguen de los demás. Por ello, lo que puede motivar a uno puede no despertar ningún interés en otro. Ahí es donde se encuentra la dificultad: encontrar aquello que más le motive al animal para realizar las actividades. La clave del éxito es dar con aquello que al perro más interese: trocitos de comida, un peluche en concreto, mordedores, balones, pelotas, juguetes de goma, trapos, cuerdas, frisbee...
Una vez que demos con esto, las cosas se vuelven más sencillas ya que tenemos en nuestro poder algo por lo que el perro es capaz de hacer lo que sea para conseguirlo. Ahora se trata de hacer un intercambio, "yo te ofrezco el premio si tú..." Es clave, demostrarle al perro que lo que le ofrecemos es algo alcanzable, no regalado, pero sí fácil de conseguir si sigue nuestras indicaciones. Esto hace que confíe en nosotros pues somos los que le ofrecemos y conducimos al premio. Por todo esto, es bueno que al pensar en un ejercicio que queramos que nuestra mascota realice, comencemos por hacerlo de una forma más simplificada. Por ejemplo, si queremos que aprenda la orden de quieto, primero comenzaremos por alejarnos de él a una distancia muy pequeña para poder ofrecerle un premio seguro y evitar el castigo que bloquee su iniciativa y merme su motivación en el ejercicio. De esa forma, el perro comprende con mayor facilidad lo que esperamos de él al ir premiando aproximaciones.
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